Diego Barrera: "a 10 años del proyecto LEAF que se consolidó como uno de los hitos más relevantes de la educación técnica de Marcos Juárez"
Prof. Diego Barrera
Una década de un proyecto que marcó a la educación técnica
A diez años de su creación, el proyecto LEAF se consolidó como uno de los hitos más relevantes de la educación técnica de Marcos Juárez.
Lo que comenzó como una inquietud surgida en un aula, impulsada por estudiantes y docentes del IPEA, terminó transformándose en una experiencia educativa reconocida a nivel provincial, nacional e incluso internacional.
El profesor Diego Hugo Barrera, ingeniero y uno de los principales mentores de la iniciativa, repasó el recorrido de un proyecto que no solo dejó premios y reconocimientos, sino que también sentó las bases de una forma de enseñar vinculada a la investigación, la tecnología aplicada y el trabajo colaborativo.
El origen: una pregunta que encendió la chispa
El proyecto LEAF nació a partir de una observación concreta del mundo productivo. Durante una visita a una muestra del INTA, un grupo de alumnos detectó un sistema de aplicación selectiva de herbicidas cuyo costo resultaba inaccesible para muchos productores.
Esa realidad motivó una pregunta simple pero potente: si era posible desarrollar una alternativa más económica.
A partir de allí, Barrera propuso transformar esa inquietud en un desafío técnico real.
El contexto no era el ideal: se trataba de las primeras camadas de técnicos agropecuarios y electrónicos, con escasos recursos materiales y sin infraestructura plenamente desarrollada. Sin embargo, el proyecto avanzó apoyado en la creatividad, el compromiso y una fuerte impronta pedagógica.
"Arrancamos prácticamente sin herramientas ni aulas propias, pero con muchas ganas de hacer", recordó Barrera al describir aquellos primeros pasos.
Aprender haciendo: una experiencia formativa integral
Uno de los rasgos distintivos del proyecto fue la manera en que se organizó el trabajo.
Los estudiantes no solo diseñaron y construyeron el prototipo, sino que también gestionaron los recursos, administraron el presupuesto y tomaron decisiones como si se tratara de una pequeña empresa tecnológica.
La compra de materiales, realizada íntegramente en comercios locales, y el trabajo conjunto entre el IPEA y el IPET marcaron una experiencia interinstitucional poco frecuente en ese momento.
El desarrollo del aplicador selectivo —capaz de detectar plantas vivas y accionar una electroválvula únicamente donde era necesario— implicó meses de pruebas, errores y aprendizajes, especialmente en la construcción de piezas clave con materiales simples.
"No era solo hacer un dispositivo, era demostrar que se podía pensar, diseñar y resolver problemas reales desde la escuela", sintetizó el docente.
De las ferias de ciencia al reconocimiento nacional
El recorrido por las ferias de ciencia fue exigente desde el inicio. Tras superar la instancia zonal, el proyecto se destacó en la etapa provincial, donde recibió incluso un reconocimiento del IEEE, una institución de referencia internacional en ingeniería electrónica y eléctrica. Ese respaldo abrió las puertas a la instancia nacional.
El logro fue histórico: por primera vez un proyecto técnico de la provincia alcanzaba el primer lugar a nivel nacional, y además con la particularidad de haber sido desarrollado de manera conjunta por dos escuelas técnicas. El impacto fue inmediato, tanto en el ámbito educativo como en la comunidad local.
Los premios obtenidos permitieron mejorar las condiciones materiales de la escuela. Parte de los fondos se destinaron a la construcción de mesas de trabajo, fabricadas por los propios estudiantes y donadas a la institución, que aún conservan placas con los nombres de quienes participaron.
Un legado que sigue inspirando
Lejos de quedar como una experiencia aislada, el proyecto LEAF se transformó en un punto de partida. A partir de ese antecedente surgieron nuevas iniciativas, algunas de las cuales también alcanzaron instancias nacionales e internacionales.
El concepto original evolucionó hacia desarrollos más complejos, como sistemas robóticos capaces de remover malezas sin el uso de herbicidas.
Según Barrera, el mayor valor del proyecto no reside únicamente en los premios obtenidos, sino en el efecto multiplicador que tuvo sobre generaciones posteriores de estudiantes. Ver que compañeros cercanos habían logrado llegar lejos funcionó como un estímulo concreto para animarse a investigar, crear y competir.
Presente y futuro de la innovación educativa
Actualmente, Barrera reparte su trabajo entre el IPEA y la escuela PROA, donde continúa impulsando proyectos vinculados a la tecnología, la robótica, la seguridad eléctrica y el análisis del sonido y del lenguaje en el aula.
La lógica es siempre la misma: proyectos que evolucionan, se perfeccionan y se apoyan en aprendizajes previos.
Con la mirada puesta en el futuro, ya se proyectan nuevas metas ambiciosas, como la participación en concursos internacionales vinculados al agua y la sustentabilidad. Una continuidad natural de aquel espíritu inicial que dio origen al LEAF.
Diez años después, el balance es claro: una experiencia nacida en Marcos Juárez logró trascender fronteras y demostrar que, con compromiso, creatividad y educación pública de calidad, es posible generar innovación real desde las aulas.
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